El desván de AL

Retomo la escritura con este originalísimo encabezado que a más de uno habrá dejado boquiabierto. Pero es verdad, así os lo deseo a tod@s; seas un cretino o la mejor persona de tu calle. Es más, hago extensible este anhelo más allá del 6 de enero y confío en que tu salud y la de los tuyos sea buena durante un periodo indefinido. Partir al sur, junto al mar, parece conllevar esta bonhomía transitoria que me asalta. Volvamos a confiar en ti. Que no me falles, finge un poco, por las fechas, digo. Tampoco le traiciones. Ahora no.
Por favor, prueba a leer. Serás mejor, de alguna forma, irás conquistándote poco a poco. Prueba. Forma parte de la incansable búsqueda, la de la belleza, que ahí está. No, no la encontrarás en el Youtube. Cuesta algo más. La satisfacción es mayor, te lo aseguro. Te engañas si crees que el placer es una adquisición sencilla. Suele serlo, por contra, el dolor. Como no quiero que sufras, busca el otro camino. Existe. Si sueñas despierto disfrutarás de lo que el soñador nocturno se pierde (así lo dijo Poe). Eso sí, querido soñador, descubrirás una senda ardua. La recompensa está al final del camino.
Feliz Navidad y 2008.

Agosto puede resultar un auténtico caos en una ciudad como Valladolid, donde el río circula como una pesada corriente oscura y sucia. En una orillita vienen a tomar el sol sin brisa los que se atreven a mostrarse en bañador. Sudarás y necesitarás una buena cantidad de protección solar. Lo único que puede aliviarte será una ducha, a la que puede que necesites recurrir cada dos por tres, si es que no se te antoja más productivo quedarte bajo ella todo el rato. Puedes terminar la mañana tostado en la playa de arena artificial y regresar a comer. Una buena siesta. Se prepara una tarde que ocupar, las interminables tardes de verano.

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Algunos celebran los 30 grados a la sombra saliendo a correr por el parque o sentados en un banco al sol. Se deben de creer que estando al aire libre es sinónimo de aire fresco. He sobrevivido a un grato paseo para comprobarlo y he logrado alcanzar el portal de mi edificio sano y salvo. Todo el mundo sufre pero todos prefieren la calle recalentada por el asfalto y la contaminación. Los conductores tienen peor humor que de costumbre, que no es poco. Los perros sacan la lengua para algo más que respirar. Ay, el verano de meseta, de llano, de río, pero sin mar, sin una mala brisa. ¡Yo te maldigo!

Leed Opiniones de un payaso, de Heinrich Böll. No es necesario que sigáis leyendo si no queréis.

Bueno, en vista de que preferís alguna otra explicación os diré que no todas las personas que se asomen a esta novela la entenderán. Y no porque no sea comprensible ni demasiado filosófica, sino porque es muy probable que la encuentren demasiado estúpida y pensarán que no hay nada que entender. El resumen es muy simple y, además, es el título. Sin embargo, el escritor es un maestro al explicar que la vida es tragicómica. Quizá por eso utiliza a un payaso, para que no tenga ninguna gracia. Cada lector aplicará sus experiencias a la novela y unos pensarán que la existencia es divertida, que merece la pena vivirla, otros creerán todo lo contrario y se suicidarán. No sé, las cosas importantes, las que no lo son, la religión, el fariseísmo, el egoísmo absoluto, el secreto, la verdad, la mentira,  todo está en la novela. Algunos escritores estadounidenses a partir del mal llamado «realismo sucio» de los 80 han intentado hacer lo mismo (pongamos Carver, Ford, etc.). Por favor, no os molestéis en buscar sus novelas.

Si todavía no os he convencido de que la leáis no lo conseguiré jamás y eso sólo dará la razón a Hans el payaso.

Hará años que tengo la poesía postergada. La sigo necesitando y por eso te ofrezco uno de mis poemas predilectos del norirlandés Seamus Heaney, genio viviente. Disfruta de «Punishment» (Castigo) en la lengua de los propios castigadores. Prometo añadir la versión en español pronto. Gracias, Seamus.

PUNISHMENT

  I can feel the tug
of the halter at the nape
of her neck, the wind
on her naked front.
It blows her nipples
to amber beads,
it shakes the frail rigging
of her ribs.
I can see her drowned
body in the bog,
the weighing stone,
the floating rods and boughs.
Under which at first
she was a barked sapling
that is dug up
oak-bone, brain-firkin:

her shaved head
like a stubble of black corn,
her blindfold a soiled bandage,
her noose a ring

to store
the memories of love.
Little adultress,
before they punished you

you were flaxen-haired,
undernourished, and your
tar-black face was beautiful.
My poor scapegoat,

I almost love you
but would have cast, I know,
the stones of silence.
I am the artful voyeur

of your brain’s exposed
and darkened combs,
your muscles’ webbing
and all your numbered bones:

I who have stood dumb
when your betraying sisters,
cauled in tar,
wept by the railings,

who would connive
in civilized outrage
yet understand the exact
and tribal, intimate revenge.

SEAMUS HEANEY (North, 1975)

El que dijo que todo el mundo tiene un talento oculto seguro que se dedicaba a vender libros de autoayuda. Lo siento pero es mentira. Lo siento por todos los que van a Operación Triunfo y lo siento por todos los que estáis frustados porque no habéis llegado a ser lo que queríais. Pero ha habido grandes personajes en la historia, completamente frustrados, que han llegado a ser genios. Por ejemplo, Van Gogh. Otros han sido grandes envidiosos también, digamos que Salieri quería ser Mozart y que Mozart murió en la indigencia, así que podemos suponer que no pretendía ser pobre. También Cervantes quería tener tanto éxito como Lope en teatro y nos imaginamos que soñaba con ser Shakespeare. Sin embargo, estas disquisiciones no nos llevan a ninguna parte.

Nuestro problema, el de la legión de treintañeros sobradamente preparados con Mactrabajos, podría llevarnos a creer que somos los jóvenes con peor suerte de la historia y que nunca llegaremos a nada. Tan solo hace falta echar otro vistazo a las vidas insulsas de grandes literatos como Melville, un simple oficinista, como también Joyce, un funcionario asqueado; por no mencionar al pobre Kafka cuya mujer lo tenía frito y escribía cosas que se definen como kafkianas, ahí es nada.

No obstante, estas otras reflexiones tampoco nos llevan a ninguna parte. Si lo que queréis es ser genios, no lo váis a conseguir porque no tiene sentido que todos los estudiantes de arquitectura quieran llegar a ser Norman Foster, y eso es tan estúpido como que todos los profesores de literatura quieran llegar a ser escritores. Será por eso que escriben «pecadillos rimados» (la definición no es mía) y deciden quién tiene talento y quién no.

A estas alturas, imagino que con vuestro talento innato habréis descubierto que mi intención es haceros ver que los mediocres también tienen derecho a vivir, a trabajar, a comer. Vamos a ver, si toda esa panda de mayo del ’68 que copa las universidades llegó a la cima de sus carreras dejando las nuestras en las ETTs, ¿por qué voy a tener que pensar que además de ser muy listos tienen que tener talento? Allá cada uno con sueños y sus vidas. Depende de cada uno ser un luchador mediocre y frustrado o un estúpido que cree tener un don. Pero cuando esta noche os acostéis con vuestra hipoteca a cuarenta años, porque queréis ser igual que los demás o mejor que algunos, sólo puedo deciros BUENAS NOCHES, Y BUENA SUERTE.

La isla de El señor de las moscas nunca ha sido espacio de ficción; el experimento que proponía Golding revive en los realities, ese sofisticado producto semanalmente defecado en nuestros hogares. Pero como un día oí decir: «la mierda tiene que ser buena; millones de moscas no pueden equivocarse». Pervive firme en nosotros la fábula del escritor inglés y la sentencia de Hobbes -«el hombre es un lobo para el hombre»-, ese hombre convertido en bestia tras la debida instrucción social, religiosa y política.

Si no has leído la novela en cuestión, anótala en esa lista de tareas que no llegarás a realizar pero que te dejan la conciencia tranquila. Volviendo a lo nuestro, he vuelto a recordar los mensajes de los niños británicos en el centro donde estudio. Ralph, Jack, Simon o Piggy han vuelto a encarnarse, una vez más, en las aulas.

Volvía de una visita más a las máquinas de pseudocafé. Había una juerga en clase, y risas, pero de esas malsanas, prohibidas. Lloraban unos, se encogían otros, luchaban contra sus propias muecas. Alguien sostenía triunfante un papel con el delito. Una caricatura ensalzaba el sobrepeso y las gafas de un compañer@; junto al objeto de las burlas dibujaron una palmera; alguién propuso: «pon otro gorila detrás». No recuerdo la cara que puse, pero mi rostro tuvo que ensombrecerse por el asco y la indignación. Allí estaban otra vez los escolares con sus lanzas abatiendo al indefenso, al que no está. La cobardía reinaba poderosa, y ya se sabe que ésta es hermana de la crueldad.

¿Qué hacer? ¿Vuelves a por otro café y te lo tomas muy despacio mirando al suelo? Al final se me ocurrió contarlo, y eso es lo que he hecho. No olvides leer a Golding, y, por qué no, Ojos azules, de Toni Morrison. En ellos verás más allá de la piel y de la carne, y puede que aprendas o reafirmes, que nunca olvides.

No es el último ganador del Festival de San Remo. Es un jovencísimo cantautor escocés de origen italiano que está protagonizando mi tiempo de música. No dudes en escuchar su album These Roads para quedarte pasmado por una factura demasiado pulida para su edad, veinte años. No es de esos compositores que te dejan dormido al tercero de sus temas; hay vida en ellos, y clase, muchísima. Los interesados que sabéis donde encontrarme, pedidme el disco; qué suerte tuviste al descubrir esta mezcla de jazz, soul y folk pasada por el tamiz de la melancólica Escocia.

En la barra lateral luce un hermoso reproductor en el que iré poniendo temas musicales de mi gusto para compartirlos contigo. Curioseando en busca de este tipo de reproductores para blogs/webs, lo he descubierto y parece que merece la pena por diseño y funciones. Buenas noches.

Nunca es cosa sencilla despedirse del Mediterráneo. Al entrar en la meseta los campos de cereal se esconden tras la niebla y ya no queda nada de aquella luz frente al mar. El aire es seco y te azota porque parece querer echarte. Los viajeros del tren ya han agotado los últimos chistes y ahora aprecian la belleza de una paisaje falto de pasión.

Escribir en un portátil en pleno viaje es una experiencia snob pero incómoda, sobre todo a bordo de un nervioso vagón de cola. Aún así no puedo pasar por alto los deliciosos momentos que este tipo de viajes depara. La pasajera de enfrente parecía llena de frustración y tristeza desde el primer minuto que se subió al Talgo en Albacete. Media hora más tarde la pillé leyendo uno de esos libros de Dale Carnegie, el rey de la autoayuda, titulado: Cómo ganar amigos. A mi lado, una colombiana risueña y bromista acaba de sacar el volumen Metafísica: 4 en 1; desconozco el sentido del 4 en 1. Y en estos momentos, la señora de atrás está martirizando a su vecino a base de interminables entregas de su vida y amores de juventud. Tal afán de remembranza debe de estar sin duda motivado por su más que posible paso por la senil pero ardiente atmósfera de los hoteles de Benidorm. Una cabezadita y concluyo.

En Valladolid me espera una pila de exámenes por corregir y no sé cuantas prácticas que empezar. Atrás dejo un súbito ataque de tecnofobia provocado por la típica fatalidad en cadena que suele afectar a los aparatos informáticos. En pleno paraíso marítimo, inevitablemente alejado de fuentes tecnológicas que pudieran auxiliarme en aquel desdichado trance, he sufrido, pero espero el perdón de mi anónimo castigador o castigadora. Sospecho que alguien, esta vez sí, me ha echado el mal de ojo.

Amig@ lector@,

espero que seas muy, muy dichos@ estos días, y que hayas sido capaz de serlo también antes de que encendieran el alumbrado navideño. Por mi parte, espero que los villancicos cantados por esos insoportables coros infantiles dejen paso a los entonados por adultos, no menos horrorosos. Espero que me dejen beber vino, y no cava; y que al fin entiendan que no me gusta el marisco. Espero que nadie se sienta ofendido o herido si pongo cara de aburrido en medio de la explosión cósmica de fin de año. Espero sintonizar una emisora de radio sin Wham o Boney M de fondo con el locutor poniendo voz de párroco en su sermón.

Volviendo a vosotr@s, no seáis del todo malos, aunque sea por unos días, que para eso se inventaron, no vayáis jo….endo a los que os quieren y confían en vosotr@s. Muy prontito hago la maleta. Parto al sur, junto al mar. Supongo que el blog estará desatendido por algún tiempo, pero amenazo con volver a indignarte o provocarte la sonrisa. Por favor, indeferencia no; para eso te lees otras historias mejores, que hay muchas. Abrazos y besos a tod@s, mucha salud, mucho Ayurveda y risas (con motivo o sin él). Nunca olvides que las mejores cosas de la vida son gratis.

https://i0.wp.com/www.voltairenet.org/IMG/jpg/es-pinochet_200.jpg

Me puedo imaginar a ese Augustito de niño en el cole. Sería el acomplejado que cultivaba el odio de la envidia a fuego lento. Se iría ganando la confianza de los grandotes de la clase. Disfrutaría viéndolos atormentar a los flacuchos. «Ojalá yo tuviera un ejército de estos grandotes para mandarlos contra los que osen llevarme la contraria…».

Y el sueño del pequeño Pinochet se hizo realidad. Cuánto colmó sus ambiciones la carrera de militar y estadista. La historia ya la conocemos, o en realidad no sabemos de la misa (misa negra) la mitad.

El abuelito más malo de Sudamérica se ha largado para siempre, impune; pero ahora estará junto a un señor todavía más malo que él, aficionado a pinchar con su enorme tenedor candente los traseros de los niños malos.

Supongo que para las familias de los desaparecidos, torturados y asesinados nunca se habrá marchado porque las gafas oscuras del dictador seguirán visitando cada noche sus dormitorios. No lo ajusticiaron, y se ha ido de rositas, pero se ha ido.

Fue su muerte el día de los derechos humanos (lo pongo con minúsculas porque se ganará las letras capitales el día que desaparezca esa pena también capital en cierto país abanderado de esos derechos)

Que no descanse en paz y que nos deje descansar.

Muchas gracias a los lectores que se acercan por voluntad o casualidad al blog, porque casi llegan a mil las visitas. Me siento como un monje medieval a la espera de la cifra de la incertidumbre. El estrés me está venciendo y apenas tengo tiempo para beber caliente y disfrutar de un momento sabático frente a las teclas. Me gustaría premiar al visitante 1000 con un viaje a Madagascar, hermosa isla con una fauna interesante, pero para qué. Fauna es lo que tenemos aquí; sigamos investigando.

.

Una de las cientos de cuestiones que se le presentan al entrañable consumidor
en estas fechas es la necesidadPortada el Perfume de haber leido un libro antes de que concluya el
año. Esta vez parece que le toca el turno a El Perfume. Historia de un asesino,
de Patrick Süskind. Me leí esta novela a los catorce años y la verdad es que me
impresionó por su estilo brillante y lo macabro del argumento. Si hay que leerse
una obra por decreto, que sea ésta; a ver si nos olvidamos de pseudonovelas como
la triunfadora del año pasado y sus puzzles baratos.

Mientras ojeaba en una librería, levanté la mirada hacia una madre y su
talludito hijo de cuarenta y tantos. No puedo evitar que se me vayan los ojos
tras de los libros, así que hice el juego mental de siempre: adivinar el abanico
de obras y autores que podían entrar en liza, en este caso en caja. Volví a
acertar al descubrir las portadas de El Perfume y Memorias de una Geisha. Y, de
nuevo, la reflexión ¿Es que no hay lectura de ficción más allá de
Pérez Reverte, Isabel Allende, Ken Follet, cuatro más y el premio Planeta que
toque? Sí, los de la geisha, y el señor Süskind son otros, pero los
comparsas circunstanciales, igualmente impuestos por el mercado, que secundan a los eternos.

En las dictaduras uno sólo lee lo que atraviesa el filtro de la censura oficial.
Hoy día no necesitamos de estos regímenes para que el resultado sea el mismo.
Nosotros mismos reducimos el corpus literario válido y lo seguimos a pies
juntillas como si hubiera un Mao o un Stalin acechando detrás de la farola. De
los millones de libros editados y disponibles nos quedamos con los elegidos.
Probad el juego de qué estara leyendo el o la de enfrente en el bus urbano o en
trenes y aviones. Podría quedaros un interesante trabajo de campo. Entretanto,
leamos o releamos esta deliciosa novela, y gracias al cine por hacerla visible.

    Mañana tengo un examen, así que la única neurona que conservo desde los tres años vive pendiente de ese trance. Cuando esa pobre trabajadora de la azotea haga las cosas lo mejor que pueda, volveremos a escribir tonterías juntos. Le deseo mucha suerte; ya se sabe, si se aprueba, el mérito será mío; pero si no, hago a la neurona absoluta responsable del suspenso.
    Como hacía siglos que no estudiaba para empollar, los nervios me matan. Es una sensación familiar, pero rara por ese paréntesis en el que los libros y las fichas bibliográficas han sido herramientas de apoyo y no tanto la herramienta definitiva. Dentro de quince minutos me enfrentaré a los cero grados con un solecito que parece querer animarnos a todos. Me marcho, seamos puntuales.

Casi todas las mañanas, a las 10:04 A.M. cruzo mis pasos con una señora teñida de un negro opaco, a la altura de un garage. Como esto sucede siempre, sé que soy una persona puntual, igual que ella. Vamos los dos bien de tiempo. Si me la cruzara dos manzanas antes tendría que echar un vistazo al reloj y acelerar el ritmo; y si el encuentro se produjera cien metros más delante, pensaría que se ha quedado dormida un minuto.
En este dominio de las horas al que vivimos sometidos, el reloj no es el único timonel. La máquina puede fallar en cualquier momento. Por eso, nuestro espabilado cerebro prefiere aferrarse a otros mecanismos menos precisos, aunque infalibles. Uno de ellos es el flujo cíclico de personas y animales (sus mascotas) por la calle. Nos une el tiempo de las frecuencias. En esa maquinaria exacta , los distintos elementos recorren las venas y arterias de nuestras ciudades con unos puntos de partida y destino calculados, y de este modo todo funciona como un organismo único. Las minúsculas partículas que recorremos el circuito en cuestión entablamos relaciones semejantes a las que establecen las hormigas con sus antenas.
Si no pretendemos igualarnos a los habitantes de un hormiguero será mejor que tengamos nuestras antenas bien orientadas y, sobre todo, que seamos conscientes de nuestro papel dentro y fuera del circuito. Las pobres soldado, obreras y reina no se cuestionan más allá de su papel en el colectivo. Nosotros, sin embargo, somos capaces de trascender lo profesional, nuestra misión práctica, y optar a algo más que no sea llenar el bolsillo. Eso que está al otro lado del recorrido diario de casa al trabajo y del trabajo a casa se llama personalidad y no es sencilla de conquistar o cultivar.
Para pasar de la rutina animal a la humana tenemos que ser capaces de dar ese paso, complicada cuestión para las nuevas generaciones de hombres y mujeres light que confunden su desarrollo extra-profesional exclusivamente con un ocio vacío pero muy regido por esos horarios de los que nunca conseguirán librarse.

El gran James Joyce (Dublín, 1882-1941) empleaba símbolos para expresar lo que llamó epifanías’,James Joyce (Dubl�n, 1882-1941)
la revelación de ciertas cualidades interiores surgidas espontáneamente en nuestro mundo a través de los sentidos. Cuando raramente superamos el mirar para ver, hemos sido cegados por esa luz reveladora. No es mística, no nos ponemos en contacto con la divinidad, pero sí con la verdad. Todos vivimos esos momentos epifánicos irrepetibles que dejan muescas en nuestro camino por la vida. Son momentos eléctricos en el que se sucede el reconocimiento, la comprensión a nivel emocional e intelectual de una verdad, de lo profundo.
Dublineses, imprescindible, es una colección de epifanías en relatos que vienen a representar la parálisis general (política, social, moral, económica) que sufría Dublín a comienzos del siglo XX. Parálisis, corrupción, enfermedad moral reveladas con un simple gesto, con la contemplación de un río des
de el puente, con una breve conversación.
Cuando miramos hacia atrás a través del recuerdo, es evidente que nuestra evolución interior está marcada por epifanías. En mi caso, recuerdo los días de la muerte de Lady Di como decisivos en mi visión del mundo. La Princesa de Gales era TODO en aquellos momentos. Los telediarios copaban el 95% de su espacio con retrospectivas, testimonios y análisis «dianalíticos». En ese momento, mi mundo era el de siempre, una cómoda almohada. Mientras tanto, Teresa de Calcuta, más conocida en los medios como «amiga de Diana Spencer», agonizaba. Oportuna ocasión para rendirle tributo.
Entonces el mundo-verdad se impuso al mío de esta manera. Quince días después del famoso accidente parisino, la religiosa rumana nos dejaba sin pena ni
gloria, la misma que los noticiarios le brindaron. Encontraron un hueco junto a la sección de deportes, cuarenta minutos después de Diana, que ya llevaba dos semanas enterrada. Allí, en la esquinita mediática nos contaban que esta anciana fue visitada por Lady Di meses antes de su muerte, y continuaron con la información deportiva.

Epifanía: el mundo no es una almohada, pero las almohadas son tan cómodas. La farsa en que vivimos, la inversión de las cualidades se presentó en la puerta de mi castillo como una bofetada, y cerró con un portazo el mundo que creía conocer. A partir de ese momento, más que conocer, reconocí la pasta de la que el gran teatro se compone.

¿No lo notáis en el ambiente? El invierno se vuelca con el espíritu de los hombres de paz y buena voluntad. Estamos en pleno adviento, hijos míos.
Me considero un monstruo desalmado. No me interesa la Navidad. Cuando eres niño es otra cosa, sólo ves el adorno; pero, ay, al crecer, huele distinto. A mí me huele a rancio esta parafernalia global. Ya sé que está muy visto esto de declararse antinavideño; tal vez sea porque estas fiestas concentran lo peor de nosotros mismos, el triunfo de lo superfluo y la irrupción de la Hipocresía con mayúsculas. Nunca me ha gustado que me indiquen cuando hay que reir o lllorar. No enciendo la television el día de la Lotería; tampoco compro los boletos y puedo perderme el reportaje de cuarenta y cinco minutos sobre las cajeras del Carrefour descorchando champán.
De esa sensación de manada necesito huir. El individualismo del siglo XXI que pregonan es la gran mentira. A mi familia la quiero todos los días; a mi novia y amigos también; sufro por los que mueren de hambre también en el mes de mayo; luego hay días buenos, malos y peores, pero, por favor, no me digan, no me indiquen en el calendario cuáles.
Eso sí, que los niños disfruten todo lo que puedan, no vaya a ser que al crecer escriban estas tonterías.
¡Qué viene! No me digáis que no he avisado.

Me estresa el racismo políticamente correcto. El humor parece ser el anestésico perfecto, y la publicidad la fórmula para que entre en vena sin que se note. El mosquito nos perfora la piel y nos succiona la sangre mientras dormimos plácidamente. Uno de esos mosquitos que se filtra a través de la tele-adormidera es el spot de una conocida marca de ron y su frase estrella: «Me estás estresando».
Cómo nos lo estamos pasando desde hace unos años al imitar el acento caribeño con cara de tontos. Si bien los muchachos del ron parecen querer transmitir los maravillosos efectos antiestrés del licor, también han echado mano de ese humor gañán de los tiempos de Paco Martínez Soria. Cogemos a un grupo de simpáticos nativos que viven felices en su islita y un truco que no falla, el acento de negro de toda la vida, el de «señorita Escarlataaa». De igual manera que la figura de la empleada de hogar se ha perpetuado como la chacha andaluza ignorante y ruda, el negrito del caribe sigue sin abandonar la eterna inocencia que parece formar parte de su cultura. El españolito civilizado, de vida estresada y, por tanto, avanzada y sofisticada, se sigue riendo de la caricatura neocolonial del buen salvaje, bobo y vulnerable. Este humor parece sacado de la prensa colonial francesa o inglesa en sus tiempos de esplendor. Parece que, afortunadamente, allí lo arreglaron; aquí seguimos igual. Ya hablaré en otro post del gran racismo institucionalizado español: el gitano.

Hace cosa de un mes se acercó a provincias el sabor urbano de Warhol. El mito de la sopa Campbell se instalaba en un escenario tan hermoso (por la magnífica portada que conserva) como lamentable (porque se cargaron el resto los sabios urbanistas de Pucela): la sala de exposiciones de la Pasión. Así que, allá que nos fuimos los colegiales con nuestras mochilas, conscientes de estar perdiéndonos una clase y ansiosos por la cervecita que cerraría la matiné.
Llegamos tarde, pero mereció la pena. Tras el semicírculo que formaba la audiencia se encontraban los artistas. Warhol retratado una y otra vez y nuestro artista estelar: el guía.
Camisa tono crema, vaqueros hasta el ombligo, y un extraño acento. Los problemas comenzaron a la hora de pronunciar nombres propios en inglés; disculpable si no hubiera mentado a Elvis como Elvis Préisler (ese subconsciente mecido por el Hola y el Semana…). Aquí comenzó su particular itinerario de la risa, la nuestra. Recorría las obras de arte con los nervios de un debutante (que podría ser). El momento fatídico; tocaba revelar la orientación sexual de Andy. El guía no sabía donde meterse. Homosexual, gay, bueno, todo eso, repitiendo las palabras varias veces. Qué nervios.
Ante una foto de Warhol haciendo pesas junto a diversos aparatos de gimnasia, el amigo nos ilustra: «fue tomada en su casa…o…en casa de un amigo…o en el gimnasio…», vete tú a saber ¿no?
Ya estamos en la segunda planta, la fase dos del delirio. El guía centra su atención en un retrato de los cuatro Beatles y nos los identifica como el famoso grupo de los «Elvis Préisler». Comentarios, risitas, maldades salieron de nuestras bocas.
Llegamos a una versión de La Venus del Espejo. Contened la respiración…: «Aquí tenéis La maja desnuda de Velázquez», fueron sus palabras. Ya podéis respirar.
Por fin el último cuadro: la figura de la actriz Jayne Mansfield. Como no leía bien el rótulo informativo se giró rápido con disimulo y se quedó con el nombre sin los apellidos. Tocaba inventarlos. Éste es el resultado: ¡Jane Fonda!
Finalizó su maratón pop. Menos mal que no había más que ver.
Hete aquí al profesional que contrata no sé quién. Este individuo se dedica a esto con nulas nociones en historia del arte y una incultura popular que asusta. Releed y recordad por qué. A continuación esperaba a ser adoctrinado un grupo de la ESO.

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Las palabras

Dentro de veinte años estarás más decepcionado por todas las cosas que no hiciste que por las realizadas. Así que desata los amarres, sal del seguro puerto a navegar.Que tus velas tomen las rutas de los vientos.Explora. Sueña. Descubre. MARK TWAIN

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